1. Mira a las personas en horizontal
No mires hacia arriba, nadie es más que nadie, ni siquiera tu jefe/a, o tus padres o maestros. Aunque creas que tu vida depende de esa persona, se trata de una situación circunstancial:
Eres tú el que “decide” a través de tus pensamientos (y las acciones que provocan), si seguir en un sitio o no, si admitir que te digan una cosa o no, si cambias de trabajo, si aguantas un mal trato…
La forma más fácil de perder un trabajo (y mucho más) es perdiendo la dignidad. Cuida la tuya, solo tenemos una.
No mires hacia abajo. La vida da muchas vueltas, y unas veces uno se encuentra en una posición y más tarde en otra completamente distinta, y la humildad es una característica que da rendimiento a largo plazo, además de ser muy típica en las personas que son verdaderamente “grandes”.
2. Somos lo que nos contamos, no te cuentes historias de terror
Pensando en lo difícil que va a ser algo, hacemos la montaña más alta de lo que es y tenemos más miedo.
Cada vez que te encuentres pensando en ESO que te cuesta tanto, haz un par de respiraciones abdominales para contrarrestar el miedo y visualízate obteniendo el resultado que buscas. Te puede parecer una tontería, pero se han hecho experimentos con deportistas de élite y está demostrado que funciona.
3. Valora tus peculiaridades, son las que te hacen memorable
Esa forma especial que tienes de….
…tal vez estropear los chistes, meter la pata, recordar todas las fechas, decir siempre la última palabra, o la primera, tu risa de urraquilla, o de cerdo…
Esas particularidades un poco tontas son precisamente las que le dan carácter a una persona, y cuanto antes aprendas a “abrazarlas” como parte de ti, menos tendrás que pelear en la vida.
La perfección no existe y perseguirla es, sobre todo, una estupidez.
4. Escucha poniendo lo menos posible de “ti” en ello
Cuanto menos cargues de ego tu escucha, mejor podrás hacerte una imagen certera de la realidad (la tuya y la del otro). Esto implica evitar:
Interrumpir
Tener prejuicios
Opinar
Hacer suposiciones
Escucha a la persona de verdad, sin que tú seas la medida de todas las cosas, descubre cuál es su miedo y cuál su sueño, descubre su realidad y así podrás tener una mayor influencia.
5. Que tus comentarios y preguntas tengan que ver con el otro, no contigo
Este punto tiene que ver mucho con el anterior y es, tal vez el más importante: si pretendes algo de alguien (que te escuche, influir, ligar, vender, gustar…) no te pongas en el centro, no lleves la conversación a tus anécdotas, tus opiniones, tus proyectos…
Si la persona se ha roto la pierna o le ha dejado el novio, preocúpate de saber cómo está, de preguntarle si le puedes ayudar en algo, ¡no de contarle cómo te sentías TU cuando te sucedió a TI!
6. Prepárate bien, de verdad merece la pena
Si te enfrentas a una situación de comunicación que te produce inseguridad, prepara 3 mensajes, ni catorce, ni uno, ¡tres! Y para cada uno de ellos ten listo:
Un dato poderoso
Una historia que lo ejemplifique
Una frase «fuerza» que lo resuma.
Tienes bien explicado el motivo y cómo hacerlo en este artículo: En la comunicación del siglo XXI, el 3 es el número mágico
7. Ve directo al grano, sin andarte con rodeos
No expliques lo que vas a decir o por qué lo vas a decir, o lo que te llevó a pensar eso que quieres decir, ni la anécdota que provocó que tuvieras ganas de decirlo… ¡simplemente dilo de forma directa y clara!
En esto me encuentro más mujeres que hombres que se enredan a la hora de empezar a hablar. Comienza con tu tesis y luego ya explicarás más cosas si el otro está interesado y te pregunta.
8. Cambia cualquier “pero” por un “y”
Cuando charlas, argumentas, discutes… si dices: Eso está muy bien “pero”…
Parece que le estás rebatiendo su planteamiento a la otra persona y se va a poner a la defensiva.
Si quieres que tus palabras sean tenidas en cuenta, sustituye el “pero” por un “y”.
Me parece bien “y”…
Es un cambio pequeño, pero da enormes resultados.
9. El silencio es el mejor instrumento para conseguir información… y muchas más cosas
Es en ese instante en el que si, en vez de dar tu punto de vista o añadir una pregunta, te quedas en silencio, el otro dirá aquello que estaba dudando si decir o no. Los buenos periodistas lo saben, y los conquistadores, y los negociadores…
10. Las preguntas adecuadas, son el segundo mejor instrumento
Pero no una pregunta cualquiera, sino una que te dé la información precisa de lo que deberías hacer o decir a continuación.
Imagínate que le estás proponiendo algo a alguien y, como te has leído bien el punto 4 de este artículo, sabes que se siente inseguro/a en cuanto a la respuesta o decisión. Una posible pregunta sería: ¿Qué tendría que pasar para que te sintieras seguro en ese aspecto?
Tienes un listado de preguntas poderosas para diferentes circunstancias AQUÍ
11. Si estás nervioso/a sigue adelante como si estuvieras haciendo deporte
¿Qué haces cuando estás en medio de una serie de ejercicios en el gimnasio? ¿O cuando estás corriendo y vas ya cansado/a? Te centras solo en el siguiente ejercicio o la siguiente zancada, los grandes logros se consiguen así: dando un paso cada vez.
No pelees contra los nervios, ni te enfoques en ellos, simplemente di la siguiente frase de forma tranquila y con claridad. Es como cuando te tiras del trampolín, salta, di eso que te da cosa decir, es solo un paso. Y una vez que esté fuera, sigue con la siguiente.
Enfócate en cada frase y continúa adelante.
12. Expresa claramente lo que quieres o necesitas y explica por qué
Muchas veces queremos solicitar algo y nos enredamos; al final al otro no le queda claro lo que necesitamos que haga y por eso no puede hacernos caso, por tanto, ¡pídelo!
Y si le das una razón sobre por qué lo necesitas, tendrás un porcentaje mucho mayor de éxito. Hay un estudio muy divertido de Ellen Langer de Harvard en el que la eficacia de una petición subía un 34% si se daba un motivo, independientemente de que el motivo fuera de peso o no.
13. Nada es tan importante como uno cree
Tenemos tropiezos, incluso tragedias, y la vida continúa. La tolerancia a la frustración o la aceptación de la realidad se consolidan con la madurez, pero es algo de lo que somos deficitarios en esta cultura de la satisfacción inmediata.
Para lograr seguridad en uno mismo, es tan importante practicar, como saber hacerlo en la dirección adecuada:
«Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van.»
Leonardo Da Vinci